miércoles, 2 de enero de 2013

NAIN NÒMEZ/ HISTORIAS DEL REINO VIGILADO

Las sombras de los árboles siguen creciendo
alrededor del lado más lejano de mi cuerpo
alrededor de mi mano oscura
cubierta de vellos espejeados por la luna
bastante mas inexistentes
que las delgadas espadas de las hojas
mi brazo libre asoma al otro extremo
con un tímido resplandor de espera
mientras las sombras espesean
carcomiendo los resquicios luminosos
ya más vagos
tiniebleándose
haciendo ovillos de sombra
artísticamente dispuestos alrededor de las calles
donde mi mano se apoya aún humeante
y mi rostro se estira en lo brumoso
tal vez impotente y creciendo también con la noche
tal vez esperante de sombra acumulada
con uno o los dos oídos tensos
por una música de tacos que la anuncian
y un familiar perfume de días anteriores.
Mis manos inquietas
se incorporan a los crecientes monstruos de aquelarre
aguardamos
somos ambos (árboles y sombras)
aumentando su grosor y su modelo hemético
crecimos entre la una y las dos de la mañana
con algo de temor o de destino
(delirando mis brazos vegetales
mi corteza de grumo blanquecino
y mi larga cabellera de hojas derramada en la ya casi total oscuridad)
por el contrario
otros árboles inverdaderos
mascullan en las veredas paralelas
fuman sus ramas de ébano
y aguardan cualquier majadería humana
como un complot con amigos de la infancia
o una desconocida a quien no odio
pero debo atacar por unas horas
y no todo es exacto
porque las sombras en el cenit
han devorado mi cuerpo y mi blanda pupila
y hasta (quizás) algunas cosas ignotas que me pertenecían
como estar triste o cansado
o beber sin horarios ni fronteras
y aún así
la exactitud permanece insostenible
alrededor de las crecientes sombras
desparramadas en un área tan extensa
que ya no puedo controlar
ni sentir
o decir
alrededor de mi mano oscura
y la sombra creciente de los árboles
Mi cerebro
Las tinieblas de mi cerebro
Las cada vez más frías y apagantes
tinieblas de mi cerebro.

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