XXIV
Me abrazò la constelada noche.
Mi dolorosa juventud desfallecia ante el abismo de la soledad.
El perfume de mi encendida eosa se habìa desvanecido.
Entre aletargados senderos busquè en la boca del viento
el beso de un naùfrago amparado por la luz de un faro, y
desde la lejania un àspero mar sòlo me trajo el eco de la
desesperanza.
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