Sobre el Ranco feliz mi corazòn se queda.
En el manzano oirèis su voz
cuando la tempestad despierte ente las ramas.
Para siempre jàmas estoy atento,
despierto en el viento norte y en la lluvia,
en la montaña apretada de raìces,
en la nube abrazada a la cumbre como un anillo,
como una luz fantasmal
que aparerece y desaparece en el bosque.
Yo te recuerdo cada dìa
morada de hombres fuertes y dulces compañeras.
Mano abierta al viajero cargado de ciudades.
Yo te recuerdo montaña madre,
vertiente clara,
ulmo florecido,
roble tendido como un gigante
muerto en medio de mi infancia.
Con un oscuro deseo de llorar
pongo mi oido sobre la tierra:
Caballo Espejo, escucho tu galope enfurecido,
el chapoteo de los cascos
en las centenejas llenas de agua turbia.
Como una espada se hunde en mi corazòn
el grito de las gualas,
agònico como el de las tòrtolas en medio del invierno.
Copihue de umbrosa enramada,
a todo grito despierto las edades.
Desde el fondo del mundo trae el Ranco su canto poderoso.
En sus riberas mi corazòn se queda,
En el manzano oirèis su voz cuando florezca.
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