miércoles, 16 de enero de 2013

SOFANOR TOBAR/ YO SOY

Mi padre fue rancagüino
de allá de La Rinconada,
La Rinconada e Los Andes,
para mejor ubicarla.
Mi madre fue coquimbana,
nació allá en El Peñón,
al borde del Río Grande,
mirando onde nace el Sol.

Juntaron sus ilusiones,
en las duras salitreras.
¡Donde las ansias se agrandan!
y se queman sus quimeras
Tarapacá fue nido...
y llegamos por goteras
¡Trece fuimos en total!
¡Cuatro cruzamos la meta!

Yo soy viento que ruge
allá en el Tamarugal,
También soy piedra caliza,
también soy sal de salar.
Viajo con las ventoleras...
¡Qué van barriendo mi pampa!
pues soy tierra que recoge
y despeña en las quebradas.

Yo soy la flor del cardón.
que sólo pueden mirarla,
se clavarían muy hondo
si pretendieran cortarla.
Soy el fruto del pimiento,
el que solitario canta.
¡Soy como el caliche en bruto,
que cubrió de oro mi Patria!

A veces yo soy plegaria
¡Perdida en los cementerios!
o llanto de viuda o niño
o sólo el ladrar de un perro.
Soy el lisiado que avanza,
guiado por sus misterios.
¡El que no murió en la pampa!
ni se perdió por los cerros.

Soy piedra suelta perdida,
donde no pasa el sendero,
y a veces de pensar tanto,
me voy transformando en cerro.
Soy pampa que no han hollado.
¡Ni siquiera los mineros!
Soy el piar del pollollo
cuando abandona su huevo.

Soy el Sol por lo indomable
y la Luna por lo bueno,
de tanto ceder terreno,
estrella por lo pequeño.
Yo soy el soplo de vida,
cuando despierta la pampa
y soy el dejo cansado,
de la noche cuando avanza.

Soy el dolor y la carne.
¡Soy el grito dolorido
que se perdió en el desierto,
ese que nunca fue oído!
Yo soy lágrima furtiva,
motivo de incomprensión;

¡Soy el consuelo del roto
que solo se consoló!

¡Yo soy dolor retenido!
¡grito que no salió!
 Soy agonía pampina
¡Protesta que se atascó!
Soy seguidor como Puna,
y tranquilo como ella,
porque sigo al traicionero,
tranquilo y sin dejas huellas.

Soy la costra que gotea,
cuando ya se asoma el alba;
Soy la gota temerosa
que dejó la Camanchaca.
Soy el brillar de los cuarzos,
en las vetas escarpadas;
Soy tronco de cardón viejo,
desafiando las heladas.

Soy duna, de la engañosa,
la que tupido viaja;
p’al que la pisa una vez
¡no vuelva nunca a pisarla!
Perdido por los desiertos,
yo soy el ojo de mar,
al que el viento y los siglos,
los convirtió en gran salar.

Yo soy el rastro de mula,
que fue marcado sufriendo,
aunque el tiempo lo borró
su esfuerzo sigue viviendo.
Yo soy el ripio reseco,
que quedó mirando al cielo,
conversando sin hablar,
en su idioma con el tiempo.

Yo soy calichera vieja,
que se quedó abandonada,
ansiosa de barreta y pala
de mulas y madrugadas.
Yo soy el alma que vaga,
de los que allá se quedaron,
y el alma de los que viven
y a su tierra la olvidaron.

Yo pertenezco a ese mundo,
se llama... ¡Tamarugal!
Puede ser una montaña,
o tal vez ojo de mar;
Quizás una ventolera,
piedra suelta o un salar,
Puna traidora y dañina
o quebrada p’a sombrear.

¡Yo nací en el Norte Grande!
¡Allá en el Tamarugal!.














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