Hay una poesía que viene volando desde lejos,
viene roída por el cansancio del día y de la noche
y desciende a la piedra y al polvo
y se sumerge y emerge
y atraviesa las caras y los dientes
y muere y nace.
Llevo la hora en que la tierra se abre
y el sol,
lejano,
dispara sus rayos,
los días van cayendo impregnados
por el aire y la arena,
tengo la cara volada
por el peso y el destello del mediodía,
voy cargando el silencio de la ciudad
y mis pies y mis pasos se extienden
recogiendo las uvas de toda la tierra.
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