No es el gaucho de la pampa
ni el cow-boy de la pradera
ni es el huaso, ni es el charo
el ovejero de mi tierra.
Es el símbolo viviente
del empuje y la paciencia
frente al viento que lo curte
y al silencio que lo aprieta.
Va clavado en su caballo
tranco a tranco, legua a legua,
con la voz guardada adentro
y la vista siempre alerta.
Ni usa típicos vestidos
ni le cuelgan pistoleras.
No le teme a las lloviznas
ni a los fríos que lo quemas.
Va tenaz tras de su “piño”
-mar de lana- por la senda.
Y a su mágico silbido
corre el perro de faena.
Yo lo he visto muchos días
empeñado en su tarea.
Y lo he visto muchas noches
contemplar a las estrellas.
Solitario y pensativo,
siempre tras de sus ovejas,
es un rey sin trono fijo
el ovejero de mi tierra.
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