Ese dìa compartimos el lenguaje
en rebalsantes vasos incansables
al diàlogo de loza y cuchillos.
Nadie observò la presencia del mantel
su bordada pàlidez que se escurria con el brindìs.
Era necesario comèrselo todo
apurar con fiereza las mandìbulas
untando el pan en el tiempo
desgarrando con presura el ùltimo trozo.
Las primeras cenizas barrìan el aire,
mañana otra vez seriamos pobres.
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