viernes, 16 de agosto de 2019

HELMUT GRIOTT/DESPUES DE LLOVER



Te despiertas una mañana, tienes que ir a la Escuela.
El camino está lleno de charcos escarchados,
arriba un indolente sol otoñal te alumbra
mientras igual te mueres de frío.
Te dedicas a romper los espejos de la helada,
nada te hace tan feliz.
De las casas se deshojan los niños hasta que
el camino se llena de delantales blancos.
Y ves salir a la más hermosa, y nunca jamás
sabrás si era pura coincidencia.
Le cuentas que los rusos llegarán primero al sol y las estrellas
porque eso es lo que te cuenta tu padre comunista.
Ella te dice que un conejo blanco visitó su patio.
Abajo en el puerto puedes ver los botes
que vuelven bajo la bruma,
cargados de peces sierra y choros zapatos.
Los albatros vuelan alrededor inquisitivos.
En un poste ves pegado un letrero
que dice que con Frei amanece la Patria Joven.
Tu solo sientes amanecer tu corazón.
Un día gris, un Transbordador, en la bruma de otra mañana,
te llevará muy lejos de esa alegría de pájaros marinos.
Por última vez mirarás ese estrecho cruzado de toninas,
por última vez veras tu patio, sembrado de sábanas blancas
puestas a secar por las manos de tu madre muerta.
Por última vez sentirás el viento, que convertido en conejo,
visita en tu nombre el patio de Ana.
No es cierto que te levantas y tienes que ir a la Escuela.
Tu profesora, doña Orietta Retamal, está muerta
Nunca cumpliste esa vieja promesa
de recitar un poema en su funeral.
La mitad de tus compañeros también se fueron con ella.
Pero aún sigues rompiendo el cristal de otros charcos de la mañana.
Nada que te hace tan feliz.