lunes, 14 de enero de 2013

ENRIQUE PUENTES GIL/ HAN CORTADO UN ARBOL

Cerca de mi casa
han cortado un arbol,
no importa si fue
un hualle plateado,
el de los dihueñes
al paladar gratos,
un coigüe, un cipres,
un esbelto alamo,
o un aromo, abierto
como un relicario,
con sus gemas de oro
fino y perfumado.

Son todos, amigos
que hasta el camposanto
llevan con bondad
piadoso recado,
y cuando la luna,
cual suave sudario,
a los blancos nichos
lo vuelve mas palidos,
ha oido a los arboles
conversar muy bajo,
en lenguaje etereo
con buenos y malos,
para su tedio
librarlos un rato.

Cerca de mi casa
alguien mato un arbol,
con aquel sadismo
del criminal nato.
Es un templo menos
para que los pajaros
levanten al cielo
sus pristinos salmos,
es un martir mas,
otro condenado
por sembrar el bien,
por ser puro y santo.
Cristo y San Francisco
amaron el sandalo
y un zarzal dio rosas
gracias a sus manos.
Cuando muera ese hombre,
ese hombre antiarbol,
su alma empedernida
¡que va a hacerse tallo,
flor, que juguetee
del viento en sus brazos!
si nunca un alagrima
la ablando en su llanto,
ni de una sonrisa
la ilumino el rayo,
ni tremolo el trino
de un rapsoda alado;
alma empedernida,
quiza, si en un páramo
penará en los frios
ojos de un lagarto.

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