lunes, 14 de enero de 2013

MARINA LATORRE/ LA INFINITA VIDA

Desde la cocina
de mi casa magallánica,
asimilábamos
pared por medio,
el sonido nocturno
de la lluvia,
la estruendosa
furia del viento,
el terciopelo de la nieve
como la primera lección
de música y existencia
física y natural.
Era el mundo exterior
penetrando nuestras almas,
vivíamos alertas
frente a una existencia ruda,
los árboles creciendo
horizontales.


Los techos de las casas
a veces se los volaba el viento,
la pequeña huerta familiar,
los sembrados,
luchando por sobrevivir
en hibernación completa.
En diciembre
la noche se trocaba en día
donde el aire vivo
emitía señales de poesía.
Lo externo que prepara
la infinita vida
de una historia de emociones,
el inicio del viaje
al inmenso mundo que existía
más allá de nuestro entorno.

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