martes, 1 de enero de 2013

WALTER ROBINSON PINEDA CEPEDA/ PETROGRAFIA

Piedras,
retratando el sufrimiento y el alma de los hombres,
reflejando con luz dura y doliente, la vida:
las hay de río,
castigadas siempre castigadas,
soportando el látigo del agua,
afligidas de canto y barro,
redondeando sus sombras hasta romperse,
hasta ser arenisca áspera, olvidada y gimiente,
muriendo bajo el rocío o el cemento,
muriendo apretadas contra la tierra
en los cimientos de un edificio,
¡qué pesa como el cielo!
Piedras de río como los pobres del planeta,
a quienes ni el viento reconoce
y muerde sin piedad, sin lástima ninguna,
sus carnes, sus almas, sus sueños:
piedras que se las puede hallar junto
a la luz barrosa de una estrella,
tendidas, desnudas junto a ese
obstinado ruido que pasa
con sus rostros implacables y sus apresurados pasos,
con sus sombreros y sus máscaras de teatro.
Piedras que al romperse no hacen ruido,
y que amurallan el silencio de este siglo.
¿Por qué los pobres buscan las orlas de las aguas
para levantar el altar de sus miserias?
Tal vez para lavar la herida en su costado.
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Tal vez para recoger las estrellas
que vienen por el agua.
Piedras
en los caminos eclipsados de polvo y zarzamora,
soportando la lluvia, el sol y los caballos,
en silencio ven pasar el viento y sus hojas,
las carretas lentas con su luna a cuestas,
la soledad perfecta para el olvido.
Piedras que algún juglar las llora
en el laúd encendido de su canto.
Piedras como duras rosas clavadas en el polvo,
a vosotras se os parecen las almas en desgracia,
las bocas que no tendrán besos que las llamen,
los ojos que de tanto llanto son astros apagados,
las manos de un enfermo que siente pasar la vida,
sin tocarla,
las almas que sufrirán la soledad
de amar y no ser amadas,
los sueños que de imposibles ¡cómo duelen!
Piedras de los caminos,
que lo ven pasar todo y no pueden vivir nada.

Rompo mi poesía para bañar estas piedras
con las cenizas que deja el alba,
estos versos son mi llanto por lo largo de la noche,
por la dureza elemental de una estrella,
por estas ateridas flores pétreas
que hieren los pies del viento
y cantan lo triste que es la redondez del mundo.

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