martes, 1 de enero de 2013

VERONICA POBLETE/ DE NAIF

Estaba jugando con los dedos
en mi sexo
sentada en una tierra lunar
iluminada solamente por mi propia incandescencia
pues la noche vive sola al lado oscuro de la luna.

Ahí tocaba yo mi flauta como de huesos milenarios
y hacía sonar mi pito transatlántico.
Me sentía iluminada, era la fiesta del alma
y la fiesta del cuerpo en un espejo grande
como el mundo.

Mis deseos de niña bordaban un hilo de plata
que iba a ser largo como mis años.

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