sábado, 5 de enero de 2013

VOLODODIA TEILTELBOIM/ UN PASAPORTE PARA LA MUERTE

Vengo de unos dominios polvorientos como la muerte.
No tengo alma, ni nada.
¡oh!¿con què alma podria cantar una antigua canciòn de extramuros?
¿Còmo sabria si ellos comen oro
y nuestro ser es un vaivèn entre la vida y la muerte?
La corta bebida de la luz de la vida
camina a pasos largos,
como tragos del alma que van al abismo,
tiembla como un entreacto o un grano de trigo entre los molinos
y es la marea que va, se desvanece y no regresa del segundo mundo.
¿Còmo podria si a veces su dilce tè se compone de nuestra sangre descolorida?
¿Còmo? ¿Còmo podrìa?
Por eso ya no digo la solitaria historia durmiente
sucedida entre los astros y la nieve.
Pero como a veces palpo los cimientos de la muerte,
el hado del hombre comprende.
Y entonces germinan glorias y corolas de siemprevivas
ente las heroinas que solìan decir al anochece:
"Supòn que la vida no muera todavia,
que las costuras de la sangre se rehagan, despuès de tanta
desdicha y el mundo cambie.
Supòn que en tus cuevas profundas algunas cèlulas trèmulas
se muevan en un circuito de felicidad e infinito.
Y que las pesadillas se pudran,
ahora que la sangre trabaja noche y dìa como una obrera despavorida.
Y el corazòn seco, terroso, lleno de estièrcol y de rentas inmòviles,
caiga de rodillas y diga:
"LOS HOMBRES MORIAN CANTANDO PORQUE BAJO SUS PASOS AMANECIA".
No me turba ninguna visiòn sino los hèroes degollados
porque en la cabeza se agolpa la plataforma de la existencia.

Hora es està en que una florista harapienta,
triste como campo de batalla i pensamientos,
vende su suave mercaderia a las insepultas cabezas.
(una corriente de infinito nos da frìo)
La joven parece una Verònica
hecha de helechos, lìnòleo y redenciòn
y vende trèboles rojos,
como pueden verlo aquellos que andan en la mañana de una
ejecuciòn capital.

Todo parece la epidemia que rimpe el corazòn del hombre.
El tren de Dios
o un pasaporte para la muerte.
La montaña se va como una fantasmagoria petrificada
y parte un vapor de sangre de puertos muertos para siempre.
No hay por què asustarse.
Solo son pequeños sueños, visitas al infinito.
convites a cataratas màgicas, cadàveres corrompidos.
Muchos son los pasajeros.
Llevan el alma a la rastra y la vida en vilo.
En mi corazòn anochece.
Cae una espada al suelo.

Lo confieso:
Yo he gastado mis sueños
y hoy tengo los ojos crudos y silenciosos
como margaritas en invierno.
Cerdos y dineros pasaron por mis dedos.
Pasò un corazòn, pasò heliotropo, trèbol,
como tèmpanos pasaron los vivos y los muertos,
pero nada se moviò en mi protoplasma trèmulo.

Era siempre de noche
Las penìnsulas y las dalias oian en sueños el mar,
y habia en mi paìs una gran lejania.
Las primulas y las dalias oian en sueños el mar.
Un glaciar estaba en mi voz y en los circulos del corazòn.
Como nada se mueve,
me parece ahora hablar de cosas de la eternidad,
cuando, en realidad, solo converso del comienzo
de una misteriosa actitud de amor.





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