martes, 1 de enero de 2013

ANDRÈS RIVANERA/ BROTES DE MI SIEMBRA

Por el camino, dormido
en charcos, yuyos y piedras,
donde tu casa y la mía
se secretean por señas
y a una cuadra hablan de cosas
de grietas y de goteras,
anoche pasó la muerte
guapeando en su mula negra,
con poncho de alba y mortaja
y un hueso por lazo y rienda.
Caracoleo en mi ventana
y se detuvo en tu puerta;
se echó a tu marido al anca,
a dos más les corrió penca
y a mí, por poco me agarra
y me lleva de las mechas.


¡ Quién se lo iba a imaginar!
Pensar que una remolienda
que empezó batida en risas
iba a cuajarse en tragedia;
que la amistad y el cariño
se irían...a la misma mierda;
que por rencores añejos
correría sangre fresca,
y en ensalada de tajos
picaríamos la fiesta.


¡ Buen dar con la polvorita
bien celosa y traicionera
que estalla cuando se juntan
recuerdos, vino y polleras!
Y más con tu hombre, que siempre
tomó de la chicha negra;
contigo, que eres como hacha
para formar peloteras,
y conmigo, que aunque nunca
le busco el cuesco a la breva,
cuando me pisan el poncho
le armo un taco a la prudencia.


Ya iba arrancando la noche,
trotando en las cuatro y media.
Del cordero no quedaba
ni una presa para muestra.
El vino había corrido
como para bañar yeguas
y las cantoras, de roncas,
ni aleteaban ya siquiera.
Entonces fue cuando el Chano
se subió a la carretela
y gritó : ¡Ea! ¿ Quiénes se animan
a ir al pueblo a revolverla?
¡ Vamos pues! – dijeron todos –
pero antes, ¡la última cueca!
Y empezaron otra vez
a galopar las vihuelas,
a trillar voz las cantoras,
y a encacharse las parejas.

El finado salió al patio,
quizá para aliviar la conciencia,
y tú que me andabas de antes
con risitas y con señas,
me agarraste por un ala
y ¡ a la cancha las parejas!
Dimos la vuelta del brazo;
los demás hicieron rueda;
tú te agarraste la falda
hasta mostrar media pierna;
yo tiré al suelo la manta;
hice cantar las espuelas,
y te rondé, como el gallo
el pañuelo en ala y cresta,
en una de punta y taco
zapateada a toda rienda,
con aro en el mismo vaso,
abrazo y rodilla en tierra.

En medio del tamboreo,
la huifa y la sonajera,
ahí no más se nos fue abajo,
de un solo tirón la fiesta.
Llegó el finado y se vino
al bulto como una fiera.
Lo más suave que te dijo
fue un nombre de cuatro letras.
A mí me sacó de un viaje
al corral la parentela
y me amagó con la argolla
del rebenque a la cabeza.
No pudieron sujetarlo:
¡ qué cristiano con más fuerza!
Su entenado pidió cartas;
mi hermano afianzó mi apuesta,
y nos trenzamos los cuatro
a dar por donde cayera.

La cosa desde un comienza,
se puso hedionda de fea.
Volaron los garabatos,
los platos y las botellas.
Se alborotaron los gallos;
no sé quién pisó la perra,
y el mujerío chillaba
como chancho en la batea.
El finado, fierro en mano,
charqueaba el aire a la ciega.
Un tajo me mordió el hombro;
pelé también mi herramienta,
y...hasta ahí no más me acuerdo,
porque una manta de niebla
me tupió al rojo los ojos,
la memoria y la conciencia.

Y aquí estoy. A lo hecho, pecho
Y que sea lo que Dios quiera.
El que monta en pingo chúcaro,
Que aguante si corcovea.
Harto lo siento por ti,
pero tiraste la piedra,
y aunque ahora escondas la mano,
¿ Quién te mandó a hacerme señas,
a bailar sola conmigo
y a mostrar tanto la pierna
sabiendo bien que al finado
siempre le ortigó la idea
de que si se dio en el gusto
y te ganó por las buenas,
se llevó terreno arado
y con brotes de mi siembra?

Tú, de la fiesta al velorio;
yo, al hospital y a la celda...
¡ Qué tal! ¿ Cuándo me convidas
otra vez a bailar cueca?

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