jueves, 3 de enero de 2013

RAFAEL HURTADO/ A LA NOCHE PORTEÑA

Para Fernando

El consuetudinario bebedor porteño
despanzurra la noche.
Es ambulante pelele
cogollo de la mendicidad.
Se expande como un cohete maligno
chorreando al cielo.
De los barquinazos de vehòculos en descenso
crecen marejadas que encajan agresivas
contra las aristas de sufridos roquerios.
Ahora
vienen los trancos claros de obligados madrugadores.
quebrados abajo;
y ronca con hondos quejidos el viento
esquinando a la jauria de perros en ovillos.
Yazgo en plàcido ocio
oyendo de la noche el pulso triste.
Depositario
de oportuno albergue de amigo gentil
muelo al trote de olvido el sabor ruin
en despeñadero metafisico de dudas y ciènagas
que enloquecen aun a los seres de experiencia
perdidos en las brechas del mundo nocturno.
Se cierne, corre por la sangre,
resbala en cada milimetro
-mi ilustre antepasado: la aventura-
el parche del corazòn cansino
da sus aletazos cautelosos:
es el ùltimo contrabandista;
y le soborno a cada instante
los quehaceres de pesadilla;
reanudo las vias dolorosas de la noche
multisecular.
quemantes aùn de tràficos podridos;
restallan las levaduras rabiosas de los àcidos desengaños
los dados del cubilete de la casualidad
volcados en el menguado yantar;
en reyertas dobles colocan
los puntillosos manteles de remordimientos
en pugna siempre con los celos omnipotentes.
Abrigo de iras.
Tù y yo y la amistad con la vida sarcàstica
y se retuestan en las parillas los deseos latentes
el azar llena las contradicciones
y agota, en trance,
los momentos golosos o convalecientes.

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