Volaron puertas verdes de improviso
y las tapicerías del verano,
un árbol de oro nos miró temprano
y en luz volada y aire se deshizo.
Un pizarrón de cielo duro y liso,
las ramas, trazos de la misma mano
que empuña el viento para un sol lejano
echado como Adán del Paraíso.
Debajo el mar y su color despierto,
siempre verano en luz, multiplicando
el astillado brillo que dimana
la quebrazón del agua. ¡Enero abierto
para mojar los ojos, navegando,
cada vez que me asome a esta ventana!
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