A tí, quien me diera su apoyo
en las trágicas horas veladas
en que el viento soplaba rugiente
y dejaba sin soles el alma.
Como faro que alumbra la noche
refrescaste mis sienes cansadas
con tu gesto silente y ecuánime
que presiente el por qué de las lágrimas.
Que no aparte jamás yo mis ojos
de los tuyos sombríos y tristes,
que encontrara una tarde.
Que un futuro tranquilo nos lleve
con las manos tomadas,
por las calles soleadas de la vida.
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