Grité en la tarde una palabra al viento,
y el viento -¡yo no sé!- con su lenguaje,
la fue aventando por el gris ramaje
como pájaro herido en ardimiento.
Una palabra simple, un sentimiento
de cita muerta, de color de viaje;
de pena acumulada en el paisaje,
tal la ceniza del ocaso lento.
Después, la noche. La llanura, el cielo
apenas con los astros, soñoliento,
y mi errar por la sombra sin destino,
persiguiéndome; entonces, en un vuelo
de pájaro agorero, sólo el viento
me gritaba su adiós en mi camino
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