martes, 1 de enero de 2013

MARIA SILVA OSSA/ DESIERTO

Arena sobre arena bajo el cielo,
nudos de arena entre la piedra escurren
sus láminas quemantes de reptiles.
Y en la hoguera voz del horizonte
caen los días en haces siempre iguales.

La hiriente luz alumbra inexorable
el eterno paisaje, repetido
hasta la muerte, en átomos gemelos.
¿Quién la estepa de racimos.
mató el embrión delgado de las aguas?
¿Abrió con ansias los labios del desierto
estremeciendo su lengua calcinada?

El ojo del oasis en vano mira
el paso forastero de las nubes;
conoce solo el llanto de los dátiles
y el látigo del viento enloquecido.

Ondulando sus lomas el cabello
lleva en sus odres silenciosos
el jugo celeste de la tierra.
Y una mano invisible tras su rastro
va borrando el estigma de sus huellas.

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