Aunque en nosotros
no hubo infortunio
yo dije desafortunado
aquella tarde
y repeti las calles
para mis piès,
el àrbol cuego
de sus sombras.
Y fueron cuadras
tendidas en el crepùsculo
y fueron ventanas
ancladas en el silencio
raros edificios
orinando el cielo
osamentas tendidas
como gatos inùtiles
del medio dìa
pero tù insistiendo
y yo dije, desafortunado.
Mañana las ciudades
temblaràn a tu paso,
cien puertas gritaràn
abiertas,
y nos iremos
rompiendo señales
trozos de viejos imperios
sueños, càscaras, cangrejos.
Abriràs luego
el espacio
para los besos
que a veces ocupas
para insultar.
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