Sentí que me envolvía la onda de su aliento
y el cálido contacto de sus muslos en flor.
Me vi reproducido más allá del momento
y devolví anhelante sus dádivas de amor.
Oración sin palabras. Me la concedió plena
de virtudes el goce del fecundo querer.
Creí sentir mi sangre circular por sus venas
y ver que en sus pupilas retoñaba mi sér.
Y unimos nuestros labios hasta dejar el alma
y cerramos los ojos como para morir ...
Hubo un segundo ... un siglo de fervorosa calma.
La gestación solemne del que habrá de venir.
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