Aromo de niñez y lluvias largas.
Filósofo pregonero de Primaveras
de afilados inviernos.
Vellón de oro dormido. En lágrima de sol colgante.
Árbol aromado donde maravillado me asomé:
a tu evangelio de pureza y paz y óleo;
a tu bullicio callado desangrándose en orlas.
Como niño que reza a solas su soledad ante Dios.
Árbol que santificaba con su incienso
ropaje del paisaje y grieta del viento
eucaristía del alba en mis ojos
en el paraje secreto del alma.
Hostia de polen perfumándome las sienes y el cielo.
Llovizna de terciopelo pajiza
adentrándose en mi infancia en mi entorno.
Enroscado a tus raíces a tu bóveda
quiero que duerman mis últimos huesos.
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