martes, 1 de enero de 2013

JORGE MILLAS/ MAR, SOLEDAD, ETERNIDAD

Viviente vidrio, celeste adormecido,
cuerpo tendido bajo el sol sin brazos,
¡oh continente azul de los pulmones!

¿Qué ciudad sepultas, qué esmeraldas cantas
animal de olivar, sumergido
caminante del sueño, compañero mío?

Por las mil regiones de tu piel celeste
hay un fuego que llama, un encendido fuego
que lame y desvanece nuestro miedo.

Inmóvil firmamento del silencio
una garganta eres que respira
bajo el templo sin muro de este día.

Animal de los lirios, animal sempiterno,
sepultura y camino de infinita esmeralda
un laurel solitario tus espacios señala.

¿Qué más hacer que consumirme
en pura soledad de pura estrella
y caer vertical sobre tu puerta?

Profundamente guardas los caminos
que de mi asombro a tus raíces llevan
donde el tiempo sin ojos nos contempla.

Profundamente todo, hasta la luz que enciendes
en tus piedras sin son has sumergido
y el misterio te surca como un río.

¿Qué corola coger de tus palmeras
que dulcemente ascienden sostenidas
por tu inmortal ciudad de siemprevivas?

Todo el ser del hombre y sus diamantes
suspendidos en ti son una rama,
la más débil de luz, sólo una llama.

Bosque profundo de la luz, transido
de claridad de sol tu continente
una rosa sin límites extiende.

Cien años yo siguiera tus camellos
y cantara tu paz bajo la sombra
que en tus caminos por las noches ronda.

Yo viviera viviendo de aquel aroma fresco
de tus ramos de cielo, transparente,
¡ah!, romeral del sueño,¡ah!, de la luz despierto.

Despierto ante mi lágrima en vigilia y laurel
eternamente lleno de voz y de milagro
bajo tus viñas tiembla lo más puro del ser.

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