jueves, 3 de enero de 2013

JAIME RAYO/ LA HORA APARTADA

Es una planta o una rama decapitada de improviso:
Su jugo capilar se asoma luego y petrifica.
Con elástico asombro contempla los segados dominios,
Una silueta que vibra veloz,
Una víbora tarda plegando sus tentáculos,
Una cabeza herida que ya no pertenece,
Huraña, sin emoción, reproduciéndose como una mancha.
Concurrir desprevenido a la catástrofe,
Provocar el milagro protector con su pulpa alucinante,
Dividido el espacio entre seres y mareas de pánico.

Es peregrino decir que los parientes conversan
Y simulan un entreacto,
Sin inquietarles la estrepitosa incursión.
Dilapidando sus informes voces delatoras,
Lejos del mudo apercibimiento que el encanto cubre.
La noción desamparada camina a golpes de martillo,
Sortea frágiles escollos indiferente al alarido.
Empañándose de gentes agrupadas, individuos voraces,
Suponed el paisaje cuando sube de tono
Y el lamento nos brinda su zumbido de abeja.

Es la sordina del carruaje, cuando arranca del hogar
Un vestido de nácar, una mirada tibia, estupefacta,
Unos pies pequeños trocados en porcelana.
Hincar torpe la vista en la penumbra,
Afilando sus garfios para clavarla mejor.

Registrar, tiritando, hasta las últimas aristas,
Cómplices espontáneos del accidente.
Sentir blanda la soga, grávida de caricias.
Después, corriendo huir
Alborotado como un niño que se pierde en los patios.



No hay comentarios:

Publicar un comentario