A Juan Olivares V.
El mundo va subiendo
a un rincòn de sombras que reserva el cielo,
y el embrujo antiguo
me ofrece la magia
que bebe en las horas de metamorfosis
el lirico anhelo.
Risueñas figuras que graban el cielo
me ofrecen visiones de fuego y de nieve:
telar caprichoso tejiendo un encanto...
Pero el alma duerme.
No turba su sueño:
ni el ave que marca su obscura figura;
ni el mundo que sigue su paso cansado;
ni el regio abanico de luces y sombras.
Se llena la tarde
de mi alma y de nada
Se acogen trinando las alas inquietas
al blando refugio del càlido nido,
y llega al oido
la ronca balada
lejana del grillo.
Domina la sombra y su imperio flotante
traduce el ensueño,
la prosa intangible
del ùltimo invierno.
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