lunes, 31 de diciembre de 2012

EDILBERTO DOMARCHI/ ELLA VOLVIA CONVERTIDA EN NIEBLA

Después que fuimos a dejarte
a aquella casa de donde no se vuelve,
te dedicaste Carmen Luz a guardar
mis retratos en tus cabellos negros;
la mesa está puesta me decías
y se esculpía ardiente tu risa de cristal
como un viento de rostro en la ventana.

Desnudos cual pájaros sin tiempo
conversábamos hasta la llegada del alba,
tomaba tus anillos, tus besos y tu piel
y entre tus mimos alegres te alejabas
mientras yo preparaba las tostadas y el té.

A veces introducía mi cuerpo en el reloj mural
y me dormía esperándose en el péndulo viajero.

También de noche cantábamos endechas
cuando volvías por la ribera de la alcoba
convertida en niebla y era tu mano
fabuloso premio de uva rosada en el desierto.

El rondín escuchaba
el tintineo de las copas
y cada día al verme
me decía misterioso:
la joven señora aún descansa
en el fondo de la estancia.

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