jueves, 27 de diciembre de 2012

ALBERTO MORENO/ MI GIGANTA

Maestro: Yo no sueño con las gigantas tuyas;
tengo una mujer viva, más real y fabulosa;
es moderna, vibrante -para que tú la instruyas
de los raros progresos de esta edad contagiosa.

Mi giganta no tiene las perezas serenas,
no es patrona ni diosa, ni estatua simbolista;
sus carnes, sus ensueños, sus linfas y sus venas,
son savias, floraciones, de una magia realista.

Si la vieras, poeta, con su gran compostura,
tù que siempre soñabas artificios extraños;
en sus pasos ambiguos y en su inmensa figura
pierden sus agresiones las cebas de los años.

Si la vieras cruzando las plazas dilatadas,
con su belleza rubia y el aire distraido;
los muslos prepotentes, las piernas ignoradas:
todo el firme tesoro debajo del vestido.

La veo en las mañanas, las siestas y las tardes
-viviente hechicera de la ciudad atroz-
como un poema enorme sin ènfasis ni alardes,
nacido en el silencio para el vicio de un dios.

A Charles Baudelaire como inspirador
A veces he seguido su vasto encantamiento,
el hondo poderio de este fruto, salud
de rancios desdichados, sin màs resarcimiento
que madurar sus sueños dentro del ataùd.

He visto en sus ojeras y el mirar clandestino
telepatias hondas de noches solitarias,
tatuajes que no marcan vulgaridades, sino
divinos espejismos de sexos y plegarias.

¿Quièn sabe los misterios de este vasto organismo?
¿Quièn llega a los dominios de su rico nirvana?
¿Serà desmesurado como el cuerpo el abismo
de su quimera sobre la forma sobrehumana?

Poeta: No la quiero como fría giganta,
como tú, al desear los encantos serenos,
los pródigos regazos de una ternura santa
y al dormirme besando la sombra de sus senos.

La quiero como un monstruo bendito y formidable
de estas pobres ciudades, de estos pobres poetas:
su fenómeno adoro -bálsamo saludable
para mi gran fastidio, mis torturas secretas.


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