domingo, 30 de diciembre de 2012

ERNESTO MURILLO/ SALAR, NÙMERO XVIII

Como el aro de luz de la añañuca,
como el duro coiròn de espesas uñas.
Como la camanchaca
de sonoras espinas congeladas.
Semilla alerta de una cal perdida
entre la mordedura de los cerros,
bajo la nada y el fondo de la nada,
asoma el cateador.
Tostado sabio del desierto inmenso,
amo de grandes dias sin deslindes,
carne sin bastimento. hermano
del corazòn del frìo.

Estudia el revès de los peñascos,
practica soledad y bebe sombra,
huele la trascendencia de las grietas,
la historia sustancial de los colores.

Paso a paso
Paso a paso midiendo y soslayando.
Paso a paso quebrando los misterios
por el solo placer de derrotarlos.

Jardinero de sal, pastor de arenas,
este cuartel es tuyo: Nadie te lo arrebata.
La tierra y sus fulgores te defienden.
¡Un trago de metal a tu salud
para que vivas siempre!.

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