Niña de madrigal, predestinada
a vivir muriendo con su pena;
la del floral hechizo de azucena
y el leonardesco enigma en la mirada.
Mujer, la del tormento, circundada
por un nimbo de luz ultraterrena,
que en secreto llevara su condena
a una larga agonia de baldada.
Entre el dolor y el èxtasis asoma
su màgica dilzura de paloma
sembrando de rociò las praderas.
Ya no sè si fue real, o bien soñada,
o la madona que viera iluminada
en una catedral de altas vidrieras.
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