miércoles, 26 de diciembre de 2012

FERNANDO BINVIGNAT/ LA MUERTE DE LA PALOMA

Una paloma se murió. ¡Dios mío!
Como una rosa yace sobre el prado.
Por ella el día amaneció nublado
y está llorando de dolor y frío.

Tiene el coral del corazón vacío.
La vena de su arrullo se ha secado
y en su plumaje de fulgor nevado
el cielo se desangra de rocío.

La hierba se le ofrece en verde cuna
para que duerma su quietud de luna
y el jazminero le dará su aroma,

a fin de que hecha flor en Dios despierte
y se olvide del trance de su muerte,
de su temprana muerte de paloma.

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