martes, 25 de diciembre de 2012

DIEGO DUBLE URRUTIA/ EN EL FONDO DEL LAGO

Soñé que era muy niño, que estaba en la cocina escuchando los cuentos de la vieja Paulina.

Nada había cambiado, el candil en el muro,
el brasero en el suelo y en un rincón oscuro
el gato, dormitando.
La noche estaba fría y el tiempo tan revuelto, que la casa crujía...
Se escuchaba a lo lejos ese rumor de pena
que sollozaban las olas al morir en la arena
y a intervalos más largos esos vagos aullidos
con que piden auxilio, los vapores perdidos.
Nosotros, los chiquillos, oíamos el cuento
sentados junto al fuego, y como entrara el viento
por unos vidrios rotos, la frente medio cana,
la vieja se cubría con su charlón de lana.

Era un cuento muy bello:

Tres príncipes hermanos que se fueron por mares y países lejanos tras
la bella princesa que la mano de una hada en un lago sin fondo
mantenía encantada. El mayor, que fue al norte, no regresó en su
vida el otro, que era un loco, pereció en la partida; y el menor,
que era un ángel por lo adorable y bello llegó al fondo del lago sin
perder un cabello... Allá abajo, en el fondo, vio paisajes divinos,
castillos encantados de muros cristalinos y en un palacio inmenso,
de infinita belleza, encerrada y llorando, vio a la pobre princesa.
Se encontraron sus ojos, se adoraron al punto y lo demás fue cosa
de poquísimo asunto, pues al verlos tan bellos como el sol y la
aurora, el hada, que era buena, los casó sin demora.
Así acabó la historia de aquella noche... El gato se despertó
gruñendo, desperezóse un rato y se durmió de nuevo.
Zumbó la ventolina en el cañón, ya frío, de la vieja cocina...
Se levantó un chicuelo y sin hacer ruido
enhollinó la cara de otro chico dormido...
Yo, me quedé soñando con el príncipe amado por la bella
princesa, con el lago encantado y también con los tristes y apartados
desiertos donde duermen los huesos de los príncipes muertos.

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