jueves, 27 de diciembre de 2012

OSVALDO ÀNGEL/ COMIENZO

La historia del vagido, la solemne urdidura
de òsculos gateando latitudes inòrganicas.
Cansa el misterio y la guitarra.
Cansa la luz y el olmo derrumbado.
Cansa la faja paulatina de entonaciones.
Nada dice el vestibulo, ni las baterìas
La voz es un oscuro pasadizo.
Deambula e lloro en la esquina potente de los faros.
Cae el alteo de regazos noctàmbulos.
Cae el pàrpado mordido de cuidadosos ocultamientos.
Caen forjadoras lumbres donde nunca pasean vanidades excluidas.
Vellones musicales acompasan los horarios del embeleso
para que no se pierdan signos disminuìdos
entre el telar abrumador y el abecedario dislocado.
La arboladura de las esferas declina precisiones amantadoras.
Cuando en los marcos asoma el calor, asoma
la mirada perpleja su clase preguntadora, asciende
la veracidad sus reflectores,
parpadean refracciones inconclusas.
Todo tiene entusiasmo cernido de exclusivas ubicaciones,
de perentorios parèntesis riendo
en las placas destiladas del simbolo.
Medidoras instancias saltan apretujadas de gèrmenes.
Es la tierra con gigantes levaduras que no pueden negar
sus aguas derramadas
y piensa en lo obscuro de las eternidades,
en los orgullosos calendarios,
en la primera disgregaciòn preparadora del testimonio.

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