martes, 25 de diciembre de 2012

DANIEL DE LA VEGA/ SUPLICA POR EL NIÑO AUSENTE

Señor, no está conmigo. Tu mano me lo debe.
Señor, anda distante por el mundo, ¡y es mío!
¡Señor, si él te lo pide, entíbiale la nieve,
párale el sol y tuércele la carrera del río!

Señor, es carne mía, y que lejos camina…
¿Para qué me das este paisaje, y esta luna,
y esta calma de seda y esta dulce colina?
Son de él estas bellezas. Yo no quiero ninguna…

¡Para ti, aquí en mi pecho, Señor,
me estoy buscandola plegaria que tenga más ansia y más ternura!
Señor, dile al camino que sea breve y blando,
suplícale a la tarde que caiga con dulzura!

Que se torne miel rubia el agua cuando él beba,
que se convierta en rosa el guijarro que él mire,
y echado aquí a tus plantas, nada habrá que me mueva,
edades tras edades, mientras la tierra gire.

Si él no se halla conmigo, ¿de qué sirve el verano?
¿A qué viene la luna si él se encuentra ausente?
Aquí le espero mientras cae la tarde en vano,
Y mientras el rosal florece inútilmente…

Si mi beso pudiera apartar un guijarro de la senda
por donde su suave pie camina,
¡yo me arrodillaría y besaría el barro,
besaría el abrojo, besaría la espina!

Pero mi pobre beso, Señor, no puede nada…
Ni apartarle la sombra, ni guardarle del frío,
ni acortarle el camino, ni ablandarle la almohada.
¡Qué poco puede un beso en el mundo, Dios mío!

Pero yo espero, espero.
Aquí en mi pecho triste está ardiendo en hoguera tu palabra divina.
Yo tengo fe, Señor,
y tú ya nos dijiste que al soplo de la fe la montaña camina…

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