miércoles, 26 de diciembre de 2012

AUGUSTO IGLESIAS/ ROMANCE DE CIEGO

Aunque los pies le sangraban
y era ya largo su afàn,
venia por los caminos
prodigando su cantar;
venia por los caminos
mientras en sus ojos la sombra
volcaba una eternidad.
¡Pobres pupilas cegadas
que no conocen su mal!
Soñaban con el regazo
cuando se fue su mirar.
El mundo siguiò lo mismo,
pero de entonces acà
se abrieron sobre sus dìas
las alas de Satanàs.
Al verlo venir a tientas
buceando en la eternidad,
que entorpecìa sus pasos
como una red infernal,
salì camino adelante
con palabrasa de bondad
a ofrecerle, como antaño,
el pan, el agua y la sal,
-Detente, hermano-le dije-.
He adivinado tu afàn
en la cancion que a mis puertas
vino timida a golpear.
En la canciòn dolorosa
donde se hinca su orfandad
como dedos inclementes
en sedas de un rosedal.
Nadie te escuchò en silencio,
nadie te osarà escuchar
como te escucha el poeta
que hoy entra en tu soledad.
¡Dime tu pena ciegito!
Recièn te conozco, y ya
presiento que vas doblado
por la cruz de tu ideal.
"Inutilmente-te dices-
la luna (araña espectral)
me teje su hilo de plata
para melancolizar,
e inùtilmente que Febo
bendice mi austeridad
y como làgrimas de oro
se funde luego en la mar".

¡Còmo ocultarme tu pena!
!Còmo enjugar la verdad
que sangra de tus canciones
con un lirico gotear!
El dia triunfa... Las cosas
se inundan de claridad,
y hasta las almas adquieren
transparencias de cristal.

Cieguito que asì caminas
prodigando tu cantar,
sin saber de dònde vienes,
sin saber adònde vas,
deja que guie tus pasos
campos y rìos allà
y que sea en tus tinieblas
como una estrella de paz.

Detuvo el ciego sus pasos
y tras un noble ademàn
dibujòse entre sus labios
una sonrisa fugaz.
(En la soledad sonora
grata al divino San Juan
de la Cruz, su verbo càlido
fue un apòstrofe augural).

-¡La oscuridad! ¡Tù no sabes
lo que hay en la oscuridad!
Es el principio, es el alfa
de este infinito soñar
con que ha poblado de leyes
la inconsciencia universal.
¿Los ojos? ¡Pero què saben
los ojos sino engañar!

Tù no has mirado al abismo,
tù no has podido mirar
cxomo miran los que nunca
tuvieron ojos... Tù vas
afirmado en tus pupilas
como un invàlido va
afirmado en sus muletas
para poder caminar.

Hermano: no me acompañes,
quiero seguir al azar
con la ignorancia de un astro
una sonrisa fugaz.
Hermano, no me acompañes:
guarda tu pan y tu sal,
y el agua, arròjala al rìo
para que vuelva a la mar.

Y aunque los pies le sangraban
y era muy grande su mal,
continuò por los caminos
prodigando su cantar;
continuò por los caminos
iluminada la faz,
mientras en sus ojos la sombra
volcaba una eternidad.

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