Miro los dias muertos, enterrados
en esa soledad tan descarnada.
Mi infancia se escurriò por la aspereza
Me bebi a borbotones la distancia.
Estrujaba las noches con sus lunas
mojadas por vellones fugitivos.
Las tardes me vaciaban sus peroles
repletos con la furia de verano.
Frente a mi, la inflamada comisura
del horizonte hirsuto y desafiante;
arriba, siempre un corro de alas negras,
abajo, cal y muerte repartidas.
Infancia desteñida en sequedales
donde rumiè las horas atezadas,
letàrgicas de polvo y ventarrones.
Se me arrugò la voz entre quebrantos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario