Y me cae a las manos
el ocèano de tus ojos muertos.
Me encinto
de tu dureza ultratumba.
Es que no sabes:
te deseo la lengua amarga
el hoyo del culo màs aùn cerrado
la ventisquera de tus gritos amainada.
Si me enterrase
en tu falo dolorido
verias correr la sangre
pero el gusto de la muerte no lo mereces
ni nada.
No voy a ensangrentarte
de mis bestias y dolores
ni escucharàs mis gritos
escapando de la tierra.
No seràs nada,
no,
no rogarè por llamarte mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario