La cosa es no terminar como Nietzsche,
enloquecido de dolor
frente a la pateadura de un perro,
hiperconciente de la pesadilla
del hombre,
con los ojos cebados
de la miseria humana.
No porque sea mentira
ni porque sea un delirio de la ràzon
rechazar el pensarlo;
màs:
¿para què sufrir?
(para què seguir)
La cosa no es esa.
La cosa es otra.
La cosa es terminar como Goethe,
esto es,
pidiendo màs luz...
Aunque no exista.
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