sábado, 13 de abril de 2013

LEONARDO VIDELA/ LA ECONOMÍA DEL LOS MUERTOS


UNO NO SIEMPRE TIENE HUMOR PARA EL TRABAJO. Sin duda podría garabatear cosas todo el día, pero el resultado de tal incontinencia pertenece a un mundo que no es éste
-y no quisiera avergonzarme, porque allá arriba va mi nombre.

Además, con la llegada del verano a uno le dan ganas de perder el tiempo. Prolongar el silencio más allá de lo habitual para dar un efecto brillante a la expresión. Pero como todo imperativo, éste se verifica sólo a medias, y es la práctica cotidiana la que nos transforma en maestros
-cuando seamos maestros, me digo en estos días agobiantes de calor,
gobernaremos a nuestro antojo las reglas del tiempo.

No es fácil, sin embargo, decidirse a perderlo. Uno está escindido entre dos aires, y la imagen que conviene es el Árbol. El tronco representa el tiempo firme, jerárquico y habitual sobre el que se mecen las ramas, que representan a su vez el tiempo diferente, obsesivo y omnipresente en su repetición circular.

El tiempo robado.

Que debe ser recuperado.

..............Pero sólo si el tiempo se recupera con habilidad encontraremos que las dos partes coinciden al final
.........del Verano
y pueden ahora atacar,
secándose las manos, sobre
.........el nuevo compás,
mientras el oído del público percibe
.................................(y aplaude)
el tiempo fundamental como nunca transgredido.

Pero uno no siempre tiene humor para el verano.
Pasará el calor. Avanza más rápido
porque lo que sigue no interesa demasiado,
las estaciones se suceden, cuánto
hemos cambiado pero antes de partir -esos
son tus labios-, regalémonos un sábado
y vamos hasta el mar sin preguntas sobre cómo
esta grabación -de 2 o 3 días antes de viajar- vino a quedar entre el primer concierto y el Tastar de Cordes de los chilenos que conocimos en Milán.

............................................Ésta
...............................es mirando desde lejos
...............................y no soy yo sino el viento
...............................soplando a mi través.

Y ahora que el viento sopla lento
arriba casi al borde puede verse
mi nombre en la cola del cometa.
Cierto. Con la llegada de este tiempo
uno espera varias réplicas y ecos
y a pesar de las buenas intenciones
se pierde el hilo entre todos
-el tuyo es el de abajo- los alientos
en campo abierto, 20
o más volantines diferentes
y colgando de sus colas otros
nombres que debemos derribar.

Repasando esas últimas vacaciones
quisiera pensar que también el ocio
ha tenido recompensa.
Que las urgencias ulteriores no fueron,
como dices, las cuentas atrasadas
que esperaban bajo la puerta
el instante en que regresaríamos sucios
y renovados y con los zapatos llenos de arena.
Más aún: quisiera pensar que ese ocio
era su propia recompensa,
el reverso de un verano donde podríamos bailar
sin, pero a veces también con, gracia
y liviandad.
.............("no conozco estas canciones", me dijiste,
y yo te dije que no importa, que lo interesante
es hacer creer que crecimos entre ellas,
y aunque no sepamos las letras, simular,
y esperar que pase el disco y comience uno mejor
y ahorrarnos de pasada la moneda del wurlitzer.)
.......................Descansando en un bel niente,
sin trabajo y ver cómo, sin embargo,
los ahorros suben mira sin esfuerzo
y nos ponen la pregunta sobre qué
haremos con ellos más tarde , cuando
ya no quede nadie más en este cielo.
...........Mi idea fue esta:
acumular, jubilarnos jóvenes
y ganarle al tiempo, porque suponíamos
que si existía la victoria sobre el tiempo
se debía a la capacidad del arte de frenarlo
y sostenerlo en el aire, pero siempre
.........................atentos al hilo en el bobina,
porque si nos descuidamos al final del juego
no obtendremos más que el afilado
latigazo de la cuerda en el vacío.

Que debe ser reemplazada de inmediato.
Porque sólo si la afinación se hace con rapidez
podremos entrar en el segundo tiempo,
que consiste en una breve panorámica de laúd renacentista con piezas de Johnson y Dowland. Yo no hubiera ido si no hubieras insistido. Sabes lo que pienso de esos encuentros -unas nupcias de las vanidades, un canto de sirenas y compartiéndonos postales declarar, al fondo de las botellas, que "el único país donde me sentía forastero es mi país". Pero tú dijiste que ellos podrían ayudarme a conseguir trabajo, hablaste de "contactos" y cedí, un poco intrigado sobre qué tipo de contactos podrían tener dos laudistas chilenos, uno del norte el otro de no sé, y que por 7 años se han dedicado a una belleza que ni da de comer ni es de valientes.

Aunque sus aires me hicieron dudar sobre la parte del valor.

Sentí que algo creció en mí.

Digamos (para no perder el hilo)
un pueblo cercado por el sol.

El desierto sopla volutas de paja
y hombres secos con guitarra
como en un film sobre mariachis.

.............Bienvenido,
.......................le dijeron
...bienvenido.

Las arenas, por su parte, acompañan
el sueño de los niños con dedos
de uñas largas golpeando en las ventanas.

............Toca algo,
......................le pidieron,
...lo que sea.

Y el hombre, que hablaba
otra lengua, comenzó su melodía,
sueño de un sueño de ultramar.

..............Pero algo,
.......................le exigieron,
...eso es nada.

Cierto. Bella nada. Casi
nada excepto
porque lo niños que ellos eran
eventualmente se despiertan y
después de haber pagado las cuentas en su aldea deciden seguir la pista a esa melodía y vuelven a endeudarse con vuelos, hoteles, etc. Luego vinieron largos años de trabajo para arrancar esa melodía de su duermevela y devolverla a sus instrumentos originales. Y ahora, después de hurgar entre testimonios de época y otros tantos manuscritos, podemos escuchar My Lord Willoughby's Welcome home bajo el clima que lo fomentó. Honestamente no hicimos demasiado, me dijeron, porque en este trabajo se resumen las experiencias de muchos que se acercaron al repertorio y dejaron su humilde huella, como en esos túmulos donde cada peregrino conmemora la presencia de las piedras con su propia piedra nueva. Todos, agregaron, nadaron contracorriente de la moda y sus opiniones que quisieron, por ejemplo que el tempo rubato fuera cosa romántica y no un gesto, amplio y anterior, donde podían entenderse el tiempo, sus silencios y sus hiatos.

Y me dijeron que una lengua
muerta les sería muy útil en la biblioteca.
Efectivamente tenían sus contactos:
unas traducciones, un verano
asalariado.

"Necesitamos aires nuevos", me dijeron,
y yo les dije por supuesto, que todos
a esta altura necesitamos renovarnos,
pero que en mi opinión el modo
más barato de renovación consistía
en pasar indemnes cada etapa
y llegando así al final ser restituidos
de golpe en la primera, ahorrando
de pasada otra ficha en otro juego.

Perdona si te defraudé.

He vivido tanto tiempo en un bel niente.

Aunque no puedo negar que la renovación
me sedujo por un instante, con su modo
de vibrar en la garganta al pronunciarse.
Ambos la habíamos esperado.
Varias veces nos habíamos lamentado
de no haber hecho la justa inversión
para jactarnos de ella cuando volviéramos.
Unas postales hubieran sido suficientes.
Un souvenir que debimos adquirir
............("son muy caros", me dijiste,
y yo traté de convencerte y te conté cómo
grano a grano forman sus ciudades
sobre el cadáver de sus padres,
y tú alegaste que eso era repugnante.
y suspiré, porque si tuviera unas monedas,
pensé, sería justo esa confusión
la que pagaría con placer.)

De modo que por el momento tendremos que conformarnos con este instrumento como único medio para recuperar el tiempo, aunque está claro que nada puede durar demasiado y tendrá que ceder su lugar a aires más modernos, porque la cinta, regrabada hasta el hartazgo, produce un zumbido constante al rodar, indicando que en cualquier instante todo se puede cortar.


................................................Ésta
..................................es mirando a otra parte
..................................y no soy yo sino un lugar
..................................común por su revés.

Y ahora que el viento ya no sopla
lejos sobre el árbol puede verse
mi nombre enredado entre las ramas.
Cierto. Nada. O casi
nada excepto porque todavía
podríamos correr y levantarlo y
esperar que cambie el viento y
comenzar de nuevo el juego.
Pero para entonces será tarde
y quién sabe si habrá alguien
más a quien bajar del cielo.

¿No lo recuperaremos?, preguntaste.

Me gusta sobre el árbol, insistí.

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