A veces un sex simbol recurre al bisturí
como todos aunque nadie lo admita.
Su estilo y apariencia
nos ahorra el trabajo de ser tan sensuales
ante los ciudadanos con vidas simples y ordinarias
que beben y se reproducen al calor de una fogata
que se extingue en el polvo.
A veces de reojo percibimos a gente solitaria
con un halo sobre la cabeza
al cruzar la calle, sin importarnos
en ese mismo momento sino años después
mientras hacemos por ejemplo el amor
con un desconocido tras un quiosco en la noche.
Un hombre de mostacho y camisa hawaiana
a la luz de un reflector que ciega la memoria
como en una redada policial
que se oculta en los puntos ciegos
de quienes lo contemplan de reojo.
Y seamos nosotros ahora aquel
que cruza calles y mentes y Cam.
¡Oh bienaventurado albergue a cualquier hora!
Esto ya se ha visto, chau.
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