Muñeca de carne,
tendida en el lecho,
en un blanco catre
de tan duro fierro,
desnudas tus manos
al frìo los senos,
dos palomas blancas
transidas de hielo,
en cruz tus dos brazos
pasando un flebo.
Porque a mi tù vienes
buscando consuelo,
muñeca de carne,
yo te lo agradezco.
Hoy que estàs tendida,
tanto en ti yo pienso,
que en la negra noche,
ni siquiera duermo;
recorro mi mente
buscando el remedio,
e imploro la ayuda
del buen Dios del cielo
para darle vida
a tu cuerpo enfermo.
El me ayudarà
porque es sabio y bueno,
El, que da salud
con el pensamiento;
y con gran esperanza
al pabellòn te llevo
a sacar el mal
de tu flaco cuerpo.
Y no moriràs
porque yo no quiero.
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