Yo nunca escribí tus iniciales
en ninguna parte,
ni en árboles, ni en los baños,
ni en la arena,
a lo mucho,
escribí mi nombre en tu seno
y lo boirrè con mi propia lengua
como si fueras una lejana madre.
Aprovecha la altura le gritabamos a una congénita
con retardo del crecimiento.
Ella, algo ya mayor que nosotros
nos corria tirando piedras, besos
o alguna estrela de su propio firmamento.
Nosotros, los pungas, los olvidados del barrio,
detrás de las lluvias,
cuando las badurrias ya no cantan
soliamos levantarle el vestido
o arrinconarla, abusarkla en un auto abandonado.
Creo que dejé de verla un dia que por todosw lados sonaban sirenas
y corrían dseñoras clamando los jinetes del cielo,
parece que por ese entonces ya nunca más , se vio a alguien
orinando arriba de los árboles
ni acribillando coleópteros en las charcas inolvidables del cerro.
Después de eso, solo quedaba el camino hacia la esquizofrenia,
hacia los Románticos Alemanes, hacia Nietzche,
hacia la muerte en el fondo amarillento de un vaso.
Yo ya no visito el barrio, solamente cuando la lluvia
no deja mirar hacia la risa de los cerros,
y en el bar, donde anclan los barcos para el desaguadero
ya psiquiatricos tosos, nos sentamos en la esquina más oscura
para sacar la eterna cuenta de quienes quedan
pidiéndole algo fiado a la vida.
Parece que solo yo recuerdo a la congénita
y a los matapiojos amándose en los bordes del charco.
Y ya por fin solo nuevamente, a la deriva
en el viento materno de la noche
marco con piedras el camino de regreso hacia ninguna parte
y silbo una canción, alguna hermosa canción
para que ella me escuche y sonria , detrás de la luz
en alguna ventana, ahora sin vidrios
ahora sin vidrios
ahora sin vidrios.
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