Hoy mi raza me nombrò loco
y la locura cayò por mi ceja
a una ciudad de cuatro millones de habitantes
con hermosas mujeres ocultas en mi cuarto
robado en el primer asalto de la respiraciòn.
Vuelvo en una especie de gota
a tu cuerpo de aire
y luego trepo por las manos
al fondo de los ciegos mosqueteros
que dejaste heridos en mis dedos de franela.
Novecientos años he esperado tu beso
y mil atardeceres volarè màs cotidiano
que el recuerdo en mi cama
las ganas de tocarte la huìda.
Los dìas podrìan hacerse màs cortos
como tu nombre de òleo amarillo
bajo la lluvia de espuma
que sale de mi boca a las màscaras de la dècima escena
donde coronas al olvido
con el simple movimiento de tus poernas
Poblarè los desiertos con eclipses
el invento de los maldotos embargos
de mi deseo diario entrando en tus ruinas
blancas esquelas en viajes silenciosos
de donde asomarè la nariz.
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