martes, 9 de abril de 2013

GERMÀN CARRASCO/ EL SOL DE LAS TRES DE LA TARDE I

Para las urracas o el abatido nido de sus ojos
brillan los tesoros: sillas de ruedas, baratijas
en manos virginales, en regazos.
Capta su plasticidad: el sol
puede afiebrarte como a un recién nacido
o a un raquítico y afectado manos finas
al concentrarse en los trozos brillantes
de una botella rota en plena acera, al asolar
y desolar las fachadas continuas de esta parte;
al enmarcar defectos físicos, bellezas excesivas;
al cruzar parabrisas y ojos claros. No es justo
decir que afea el día cuando pone
un velo de bruma sobre el género
insidioso, acentuado de las cosas
ni culpar a la noche de la traición, el crimen
o de los últimos sucesos, cualesquiera
que estos sean. Un buen día (se podría decir)
a pesar de la engañosa apariencia
del sol sobre las cosas. Además, recuerda
lo terrible que fue ver (aunque por algunos segundos)
al sol como una moneda vieja
o una ampolleta de bajo voltaje
hace algunos años, en el eclipse, en Putre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario