sábado, 13 de abril de 2013

ELIZABETH NEIRA/ EL TIEMPO NO FUE GENEROSO CON NADIE


A nosotras las reinas,
a las que todos querían dar por el culo,
aunque nos doliera,
aunque nos atoráramos gritando que ¡No jetón!, ¡Te digo que no!

Nosotras,
caderas enfundadas en vinilo negro
y los ojos rojos
como dos semáforos.
Colocadas, borrachas, voladas, pero conscientes, compañero.

Nosotras,
las que empinadas en plataformas aleopardadas, ordenamos cada noche nuestra morena contundencia en complejas estructuras para sembrar el deseo

Nosotras,
divinas hasta la intoxicación,
violadas hasta el cansancio,
inspiramos poesías en bares asquerosos
Besamos en la boca
y le dimos de mamar, de nuestros pechos rabiosamente igualitarios,
a toda la sociedad de los poetas-muertos-de-borrachos.

Nuestras camas fueros sociedades anónimas
y para qué decir lo abiertas.
Estrellas de noche, abortivas de día.

Nosotras,
las de entonces,
ahora estamos solas,
nuestros novios proxenetas encontraron trabajo
y se casaron con sus secretarias.
Ahora tienen úlceras y un vientre planetario.

Ahora nos dicen perras.
Ellos,
los fornicadores.
Algunos, se postulan para huevadas y en la micro vemos sus nombres en las paredes de los eriazos.

En tanto los poetas;

cargan mortificados y silenciosos la herencia insalubre de antiguas residencias prostibulares.
Pila de jetones
que creyeron que mientras más putas cogían eran mejores poetas.
Esos, ahora son funcionarios municipales y por suerte,
Por stress
Sus focos infecciosos ya no se erectan más.
Esos, resignados,
todas las mañanas,
relamen su fracaso en el seno de sus mujeres santas, que por santas
a esa hora
la piel ya les huele a detergente.
A esa hora los poetas - funcionarios
se convulsionan en los baños por la deuda hipotecaria,
y porque la santa tuvo un apetito terreno el otro día
y se compró una crema “carísima” ,
a ver si así se le recompone la ruina del rostro, mapeado por los excesos del poeta.

Los otros,
los verdaderos,
los bellos.
Esos animales hermosos que nos amaron a todas,
y que dejaron la vida en las plazas,
en las protestas, en cada vagina que besaron y mordieron.
Esos héroes insolentes
que arrancaban los jugos hasta de las piedras con sólo mirarlas,
se mueren de a gotas en los manicomios.
A ellos,
de pronto,
les aparecieron madres y parientes que no dudaron en encerrarlos. Los que tuvieron suerte,
alcanzaron a depositar su delirio en clínicas privadas,
los otros,
se fueron sin trámite a Avenida La Paz.

Como antes sobre nuestras piernas abiertas,
ahora duermen sobre sus excrementos.

El tiempo no fue generoso con nadie.
Tenían razón aquellos que nos asfixiaban..
Ni para los revolucionarios de gobierno,
ni para los intelectuales de derecha.
Menos para las reinas.

A nosotras, las reinas
tanto amor peregrino nos comió las puertas de la maternidad, , pero más que eso,
y que los abortos baratos
fue tanto maldito abandono
Lo que terminó por ahuecar nuestros cuerpos y nuestros corazones.


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