lunes, 8 de abril de 2013

CARLOS AMADOR MARCHANT/ NIDO



Pero algo en mí se acampa y ese algo tiene
sabor a mar.
Alguien entre mis raíces, muerto hace muchas décadas,
debió ser un hombre de océano.
Porque de otra forma no me explico
que todos mis caminos vayan a la costa.

Creo que mi alma esconde un secreto.
Un secreto con sabor a llantos, a gritos
y a ruidos de embarcaciones.

Y con ese algo de pereza que convalece
se encamina mi cuerpo como un cachorro
que mira a su alrededor e investiga.

Soy un marino con las llaves del océano en la mente.
Alguien que se pone el traje y se lo saca.
Un marino que tal vez aun no viene al mundo,
pero que busca su nido en las rocas,
en las algas marinas, y en galpones pesqueros.

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