sábado, 13 de abril de 2013

ALEJANDRA ZIEBRECHT/ POEMA V


Puedo culpar a la noche de esta dejadez
al cansancio de mis ojos al libro que nunca debí abrir

Puedo volcar los calendarios y seguir
un rumor sordo una espía ciega

Al final de cada día y su penumbra soy la misma
Mi cabeza cae sobre el lecho y la arrastra el ruido del despojo

No equivoco el punzante instinto ni esquivo el vocablo
Todas las cosas se llaman por mi nombre
y no encuentro mi nombre cuando pienso en las cosas

La franca complacencia el grito no gritado el verso entre paréntesis
no es más que un avanzar con sigilo

Dejo mi aguja mordaz mi filosofía hecha susurro
       (este decoro que atrae la sentencia de la culpa)
Devoro los versos aprieto mis nudillos
Me guardo entera entre mi espalda y mi pecho

Si no fuera por el respiro de esta infértil soledad por esta sombra
los años serían un instante el hielo que estremece
                        el absurdo que nos hizo crear la desventura
                        las vanas quimeras una apuesta del fracaso

Si no fuera por el libro que me habita con su lumbre
me acostaría huérfana sin paisaje y sin prisa

      y juraría que soy quien culpa a la noche de volcar los calendarios

Sobre mí a mi lado y dispuesta está la burla del asombro

Cuando mi cabeza cae y siento el ruido del despojo
creo en el vértigo del sueño en todo lo ajeno a mí
                                           y busco por la casa
                           y grito para encontrarme
        y me detengo al límite de la incertidumbre
con hidalguía de lobo desafiando a la luna

                      Si no fuera porque sangran mis nudillos
                      en la última página de todo este desvelo
Cruzaría el sonido de la sílaba rezagada
como un rumor sordo una espía acechante
que ve dispuesta esta muerte tan serena.

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