Mi alma espera
en un rincón verde
de la mar trenzada.
Mi alma afina el canto de la bruma
que cuelgan en el viento
las gaviotas mansas.
Retornarán los mástiles blancos
a derramar en las noches de mi puerto
la canción ebria de los marineros,
las palabras de aventuras
de las bocas saladas.
Regresarán a mis veleros
todas las bocas aquellas
que se hundieron como luna
en el coral silencioso,
en las infinitas algas.
Tengo desgarrado el hombro
y el seno abierto.
El pubis en reposo
como solitaria ancla.
Tengo el vientre colmado de espuma
y resbalando en las piernas
aquel manojo de beso
que no regresará
su caudal hambriento.
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