Graznando estàn los cuervos en los encinares de Aranjuez; ay,
picoteando estàn el crepùsculo, desangràndolo.
Y aùn asì los viajeros somos portadores de tu imagen nunca entenebrecida, rio Tajo.
Somos los encandilados por la luz de tus jardines en Otoño: què
soledad de estatuas-angeles, ninfas de màrmol llovido- y
cuàntas hojas para tu silencio, rìo Tajo.
Y arriba como un sueño del Bosco, planeando estàn los
cuervos en los encinares en pùrpura.
Y algùn disparo lejano. Y la vecindad de los toros en los
caminos. Y los soldados esperanzados de fusilar allì a la muerte en la
madrugada.
Y allà, soñàndose en el siglo XVI, recogido, transfigurando
hijas en peces, el rio Tajo. Bogando van las estatuas del jardin
por sus aguas. Huyen los pàjaros.
Y el verde se ennegrece en Aranjuez.
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