La noche, más doliente que un lamento,
preludiaba en sus mágicos rumores
un himno de armonías y colores
en la tierra, en el mar y el firmamento.
Sollozaba la música del viento
un adagio tristísimo de amores
y un poeta lloraba sus dolores
en estrofas de loco sufrimiento.
Derramando un lágrima importuna,
le cuenta sus pesares a la luna
y ella le manda un ósculo de luz.
Exhalando sus quejas peregrinas
¡ay ostenta en la frente las espinas
y en la espalda la sombra de una cruz!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario