El amor asemeja a aquel estero
que, alegre y voncinglero,
se despeña de la alta cordillera:
en la pureza de las nieves nace,
su rauda y abundosa cabellera,
y de peña en peñón saltando, crece.
Su alud desaparece
en el verde gramal de la montaña.
Ya dilatado baña
el prado con sus mieses y verdores,
ya va regando flores
su linfa transparente,
ya apenas se desliza mansamente;
y ahondando, ahondando sin cesar su seno,
es más tranquilo cuando es más profundo
es más profundo cuando es más sereno”.
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